martes, 7 de octubre de 2008

El académico sin nación

En el último número del suplemento Babelia, de El País, Antonio Muñoz Molina, académico de la Real Academia de la Lengua, nos sorprendió (o no tanto), con una serie de frases acerca de la nación. El objetivo del artículo no era otro que atacar la película de Garci sobre el 2 de Mayo, al parecer financiada por la Comunidad de Madrid.

Para nuestro asombro, nos enteramos que este académico de la Real Academia de la Lengua Española, duda de que exista la nación española. Incluso duda de que exista nación alguna. Y dice "Yo imaginaba que las naciones, como los fantasmas, eran entidades inefables, dotadas de una existencia conjetural o metafórica, sólo indudable gracias a un acto de fe. (...) La nación española, reverdecida por esta sangre cinematográfica de Garci -las naciones, por algún motivo, se robustecen gracias a los derramamientos de sangre- comprende el territorio modesto de la Comunidad de Madrid, en el que este segundo centenario del 2 de Mayo ha despertado un curioso fervor de celebraciones patrióticas. Si todo el mundo tiene su nación, ¿por qué nosotros íbamos a ser menos? Y no una nación cualquiera, una nación tibia, basada en esos principios de concordia constitucional que no entusiasman a nadie, y que tienen la antipatía de un matrimonio arreglado: una nación como Dios manda, con un pueblo primigenio y bravío, con retumbar de cañonazos, con vivas y mueras en las gargantas roncas, una nación con testosterona. (..) A lo largo del siglo XIX, el 2 de mayo de 1808 dejó de ser un acontecimiento confuso y ambiguo, fácilmente desfigurado por el recuerdo, sometido al escrutinio de la historia, para convertirse en el día sagrado de la fundación nacional."

Esta es nuestra progresía intelectualoide. Los que redactaron la Constitución de 1812 comenzando con "las Cortes generales y extraordinarias de la Nación española...", debían ser unos exaltados a sueldo de Esperanza Aguirre. Los pobres, no sabían que las naciones, como dice don Antonio, no se construyen con derramamientos de sangre, y por eso se dejaron matar unos cientos de miles, y mataron cerca de cuarto de millón de franceses de paso. Pero lo hicieron por ignorancia. No sabían. No tenían la suerte de que don Antonio pasara por allí para aclarar este punto.

En cuanto a la chorrada del nombre que se le pone a la guerra, pues debió ocurrir como con todas. Uno se encuentra en guerra, y no se preocupa de ponerle nombre, mire usted. Bastante tiene con sobrevivir. La primera guerra mundial se conoció durante años como la Gran Guerra, hasta que llegó la segunda guerra mundial... Los británicos, varios miles de los cuales se dejaron el pellejo en terribles batallas en España y Portugal, conocen a esta guerra como Peninsular War.

En fin. Otro progre más que se suma a la campaña de acoso y derribo de Esperanza Aguirre, y al que poco le importa negar la existencia de la Nación española, mostrar su ignorancia de la Historia de la nación que le da de comer, y en cuya lengua escribe sus cositas. Nada nuevo. Ahora, fijémonos bien en la paranoia que debe estar padeciendo este pobre hombre: come todos los días gracias a que alguien le paga por escribir en una lengua de una nación que para él no existe; es académico de una Real Academia de la Lengua, fundada en el siglo XVIII por el primer rey de una dinastía, de una nación que para él no existe. Yo sólo veo dos opciones: o miente como un bellaco, o se ha escapado del psiquiatra. Vivir pensando que se escribe en una lengua de una nación inexistente debe ser duro. A lo mejor es que no piensa. Sólo cobra y escribe lo que quiere su amo. Es lo más probable.