viernes, 13 de febrero de 2009

La cacería de ovejas

Tengo un vecino en el pueblo donde vivo. Allí son muy paletos. Este vecino está en pleitos con el Ayuntamiento, y está a la espera de juicio. El pobre no sabe que el juez se presentó hace unos años como número dos por el mismo partido que gobierna ahora. En esa época, poco después de las elecciones el alcalde tuvo que dimitir por corrupción, y este mal juez metido a concejal, sorprendentemente, pudo volver a sus tareas judiciales, sin incompatibilidad alguna. El caso es que la familia de mi vecino y la del alcalde tradicionalmente se han llevado mal. Las diferencias y los pleitos entre ellas vienen de generaciones atrás. Para acabar de empeorarlo, mi pobre vecino, que en el fondo no es más que un iluso, se acaba de enterar de que el alcalde ha invitado al antiguo concejal de su partido, ahora otra vez juez, junto con el jefe de la policía local, y el fiscal del juzgado que lleva su caso, a una cacería, en la que piensan exterminar a los cuatro ciervos que quedan en la zona. En un país democrático, esto no ocurriría, porque la fiscalía procesaría al alcalde por cohecho y al juez por prevaricación, pero como estamos en las Batuecas... No pasa nada.

Por ejemplo, en Estados Unidos sería impensable que el Secretario de Justicia, perteneciente al partido demócrata, se fuera de juerga con un juez que lleva un caso contra el partido Republicano... Son muy mal pensados, los yanquis, no como nosotros. Pues eso, a seguir exterminando ciervos. Las ovejas no se quejan. No protestan porque se creen que los cazadores sólo se van a dedicar a matar ciervos. No sabe que cuando se les acaben los ciervos, seguramente empezarán a pegarles tiros a ellas, sólo por diversión, para pasar el rato. Total, son tontas. Un blanco fácil.