Granada a 19 de enero de 2008
Mi general:
Acabo de pasar a la reserva por prescripción legal, profundamente decepcionado del Ejército. Desde hace más de dos años y medio, cuando presenté mi primera instancia pidiendo voluntariamente el cese en la situación de actividad, ningún mando me ha preguntado por las razones de mi solicitud. No me ha extrañado, pues desde hace tiempo y de forma progresiva, la cúpula militar ha optado, en temas mucho más importantes y transcendentes, por lavarse las manos o aplicar la política del avestruz. Hemos “conseguido” una institución no sólo ciega, sorda y muda, sino además insensible, sumisa y desvertebrada.
En mi caso concreto, para la superioridad ha resultado más cómodo inhibirse del fondo de la cuestión afirmando frívola y falsamente:”Se quiere ir porque tiene dinero por casa y se ha cansado de esto”; o “está molesto porque no le han dado el destino que quería”. Cualquier cosa resultaba más fácil que hablar conmigo, porque el asunto no aparentaba ser políticamente correcto – más aún con este gobierno- y no merecía la pena darse por enterados de mi situación, vicisitudes y hoja de servicios. Profesionalmente, en estos últimos cinco años, me he sentido infrautilizado y excluido, no he recibido la mínima consideración formal exigible, y he carecido del apoyo y la defensa que cabía esperar de mis jefes.
En realidad han sido mi nombre y apellido, de los que me siento profundamente orgulloso, la explicación evidente del trato recibido. Me es posible llegar a admitir, e incluso entender y asumir, esta animadversión si proviniera exclusivamente de ciertos medios políticos, pero en absoluto puedo aceptarla si tiene su origen o es asumida (e incluso preventivamente superada) por mis propios mandos.
Pero no tranquilices tu conciencia concluyendo que mi deseo de marcharme ha sido exclusivamente consecuencia de dicho trato. A pesar de ello, hubiera seguido hasta el final, con pleno entusiasmo, en cualquier puesto y empleo, si tuviera un mínimo de fe y confianza en el Ejército actual, representado por sus máximas jerarquías. Pero he podido comprobar, una y otra vez, que estamos en sintonías bastante diferentes. El amor a España, nuestra historia, la bandera, el juramento sagrado, el reconocimiento a nuestros héroes, el honor, la lealtad, la responsabilidad, el sacrificio, el compañerismo, nuestras ordenanzas… todo parece difuminado, silenciado, sometido a interpretaciones oportunistas, disimulado en escritos, declaraciones o discursos excesivamente acomodaticios y contemporizadores. He llegado a la conclusión de que se pretende que estos conceptos y valores pierdan autenticidad, para que no se vean reflejados con todo su vigor en los comportamientos institucionales y personales. Como excusa se habla en exceso de disciplina, desvirtuando su esencia y utilizándola de comodín para sustituir el cumplimiento del deber, mucho más exigente y comprometido.
Cuando se llega al convencimiento personal de que el Ejército -de forma consentida- se está vaciando institucionalmente, que no cree ni está en disposición de cumplir con su misión constitucional, que no asume ni defiende realmente sus valores permanentes y que renuncia a representar con dignidad el papel encomendado, caben dos líneas de acción: esforzarse desde dentro en cualquier destino -si esto resulta posible- para restablecer los principios y recuperar las actitudes abandonadas; o desvincularse de la institución por considerar que -en tu caso- te han limitado la capacidad de actuación y tu presencia solo sirve para respaldar posturas incompatibles con los compromisos asumidos con España y el Ejército.
En ambos aspectos, personal e institucional, concretamente tú has tenido una muy especial responsabilidad como JEMAD durante los últimos años.
Desde un año antes de ascender a general he podido constatar que profesionalmente me han recortado las posibilidades de seguir trabajando de acuerdo con la vocación militar. He sufrido -con excesiva frecuencia- desconfianza, aislamiento y discriminación, obligándome todo ello, muy a mi pesar y tras profunda meditación, a cambiar la primera línea de acción por la segunda. En definitiva, me he querido ir –sin conseguirlo- antes de tiempo por exigencia de la lealtad, la responsabilidad y la dignidad, y con el orgullo y satisfacción del deber más que cumplido hasta el final, de una entrega sin límites y de la superación de numerosos obstáculos internos. En cualquier caso, me llevo el reconfortante bagaje de las innumerables compensaciones que el ejercicio diario de la milicia te proporciona, y sin las cuales no tendrían explicación estos últimos años de dedicación y esfuerzo, a pesar de las adversas circunstancias.
Habiendo llegado a la dolorosa conclusión de que ya no podía ni quería ser útil a este Ejército y por fidelidad al juramento prestado, consideré una obligación renunciar a mi situación de actividad como general. Los repetidos intentos (hasta agotar los procedimientos reglamentariamente disponibles) resultaron inútiles, sin haber merecido siquiera explicación o contestación alguna. Por eso hoy he querido exponer, sincera y claramente, ante los miembros actuales y recientes del Consejo Superior del Ejército, las razones que motivaron mi decisión. De esta manera cumplo con mi conciencia y honor, aunque es probable que mi conducta ni tan siquiera sirva como referencia “diferente” a nuestros oficiales, suboficiales y soldados.
A pesar de todo, me seguiré esforzando por mantener la esperanza de que el Ejército quiera, sepa y pueda reaccionar antes de que sea demasiado tarde para España. La responsabilidad es vuestra. Para entonces, si esto ocurriera, podéis contar conmigo en el puesto de mayor riesgo y fatiga, donde de nuevo me tendréis a vuestras órdenes.
¡VIVA EL EJÉRCITO!
¡VIVA SIEMPRE ESPAÑA!
Fdo. Blas Piñar Gutiérrez
Desconozco el grado en que la situación personal del general ha podido afectar a las afirmaciones que realiza en su carta, pero cuando un general "llega al convencimiento personal de que el Ejército -de forma consentida- se está vaciando institucionalmente, que no cree ni está en disposición de cumplir con su misión constitucional, que no asume ni defiende realmente sus valores permanentes y que renuncia a representar con dignidad el papel encomendado, caben dos líneas de acción: esforzarse desde dentro en cualquier destino -si esto resulta posible- para restablecer los principios y recuperar las actitudes abandonadas; o desvincularse de la institución por considerar que -en tu caso- te han limitado la capacidad de actuación y tu presencia solo sirve para respaldar posturas incompatibles con los compromisos asumidos con España y el Ejército", algo pasa. Habría que preguntarse qué está ocurriendo en el Ejército. Si los cientos de millones de euros que se están invirtiendo en la división ZP, la UME, se corresponden con unas inversiones similares en el resto de unidades, que las permitan modernizarse y cumplir con su misión constitucional, que es defender el ordenamiento constitucional y la integridad territorial de España, no sólo para repartir tiritas en no se qué país, ni apagar incendios. Para eso existen otras organizaciones distintas de las Fuerzas Armadas. Como digo, preocupante.
No me resisto, para terminar, a incluir aquí un vídeo del desfile de nuestra querida Legión el pasado domingo en Zaragoza, en un Día de las Fuerzas Armadas que se celebró en la capital aragonesa, y al cual no asistió el Presidente del Gobierno, como acostumbra, ni su ministrilla pacifista de Defensa, de baja por maternidad. ¿Alguien conoce algún país en el que suceda algo parecido? ¿Alguien se puede imaginar que el Presidente de Estados Unidos acostumbre a no acudir, y su Secretario de Defensa sea un pacifista que tampoco acude al desfile del 4 de Julio? Pues eso es lo que sucede en España. Y no pasa nada. Alucinante.
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